jueves, agosto 10, 2006

fly (toma 3)


fly

Ella y yo nos habíamos quedado solos. Pero no como la vez pasada en la ciudad-completamente-vacía. No. Pero nos habíamos quedado solos. Mira el vino que he comprado, le dije y ella me miró, me dio las gracias, y habló un poco sobre cine. No quiero saber de eso, le dije. Bien, asintió ella, y nos quedamos en silencio. ¿Qué haces?, pregunté, por decir algo (para llenar esos gigantescos huecos conversacionales), ¿Qué haces en tu tiempo libre? Compongo, dijo ella. ¿Compones? Resultó que escribía poemas. Todo el tiempo. Solo podía pensar en poemas. Ahora mismo estoy pensando en uno, dijo. Recítamelo, le pedí. Ella dijo que no. Le daba pena. No hay nadie aquí, le dije, No tiene por que darte pena. El invierno acababa de empezar y la temperatura había bajado. No mucho, pero sí algo. Lo suficiente como para que ella pudiera pedirme que la abrazara, pero no. En vez de eso, hablábamos de poemas. Me da pena, dijo ella. una mosca se posó entonces sobre su hombro. Me asombró ver una mosca en pleno invierno. Se lo dije. Apuesto que podrías escribir un poema sobre esa mosca, dije, ¿no es verdad? No lo sé, dijo ella. Puede que sí, pero también puede que no.

Ella y yo nos habíamos quedado solos. Nos rodeaban las moscas y yo me dije que raro, porque comenzaba el invierno y entonces me dije Quizás sean mis pasiones turbias por esta mujer, por esta chica. Mis malos deseos de abrazarla, de besarla, representados, hechos realidad por este enjambre infernal de malditas moscas. No había frío, pero había moscas. Estábamos literalmente rodeados por un ejército de pequeños insectos voladores. Ella y yo, mirándonos, entre el zumbido de todas aquellas moscas, en silencio. No podíamos decirnos nada. No podíamos hablar. No obstante, no nos atrevíamos a irnos. Estábamos solos. Quien sabía por cuanto tiempo. Hasta cuando podríamos estar allí. Irnos. Pero no nos atrevíamos. Se hacía tarde, nos rodeaban las moscas, se agotaban las posibilidades, y yo quería abrazarla, pero no sabía como. Pensé en la posibilidad de pedirle que me recitara un poema (sabía que ella los componía en secreto) pero no me atreví a hacerlo, con tanto insecto alrededor.

Ella y yo nos habíamos quedado solos. Había comenzado el invierno y ella solo podía hablar en inglés. Yo hablando en español y ella hablando inglés. ¿Por qué?, le pregunté y ella se encogió de hombros. I don´t know. Well, le dije, no importa. Y así estuvimos un rato en silencio. I write poetry, dijo ella y se estremeció, como si una ráfaga de aire frío la hubiera golpeado. Eso me recordó a Virgilio. No sabía que escribieras, le dije. Una mosca se posó sobre su hombro y a mi me asombró ver una mosca en pleno invierno. A fly, she said. Fly, pensé. Como volar, pensé. Podríamos volar, ella y yo. Podríamos impulsarnos a través de las nubes y volar. Sería increíble. Pero no tan increíble como ver una mosca en pleno invierno. Volando, ella y yo. Solos, ella y yo. Pero ella hablaba inglés y yo hablaba español y por eso no podíamos entendernos, ella y yo.

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