lunes, mayo 04, 2009

No.12 Don't Freak Out!!

freAKs
(galeRía de)

orlando luis pardo lazo ceci n´est pas un pays

anisley negrín
3/cuentos

katherine mansfield
4/poemas

rodrigo fresán
, la geometría de la ficción
rodrigo fresán
de mantra

eva navarro martínez
una realidad a la carta

javier calvo molina
/ invasores de Marte: las mutaciones del horror y la ciencia-ficción

carter scholz
los nueve billones de nombres de Dios

norman lock
los días del cometa

gelsys garcía lorenzo
6/textos

samuel beckett
compañía

daniel díaz mantilla
la jaula y otros poemas

jorge ferrer
la resistencia a la vulgaridad

lia villares
pronóstico horario o Nosotras las durmientes

rogelio saunders la escritura en falta

daniil kharms
5/cuentos

héctor abad faciolince
¿por qué se mata un escritor?

david foster wallace
la muerte no es el finequipo de redacción (33 y 1/tercio
diseño de portada y contraportada (kmilo valdés fortes
fotografías interiores (elena v. molina / joel peter witkins / raúl flores iriarte


“HENRI. Cuidado, cuidado he dicho… Si me cansas demasiado me despertaré… y desaparecerán todos… (A Marguerite.) Tú también desaparecerás… (Silencio. La escena se inmoviliza.) / Y tal vez / no sea tan sólo un sueño; / tal vez, realmente, / haya enloquecido / y tal vez ni siquiera esté aquí en pie, entre ustedes, sino que tal vez estoy en un hospital cualquiera y allí, enfebrecido, tengo pesadillas y me parece estar entre ustedes. ¿Quién sabe lo que haya podido ocurrirme? / Quizás mi cerebro ha sido trastornado por una bala / o por una explosión / o tal vez haya sido capturado y torturado, y tal vez / me he lanzado sobre algo, o algo se ha lanzado sobre mí / y quizás todo provenga del aburrimiento… y yo no podía más / Y quizás me han dado una orden, me han mandado, me han obligado a hacer algo que no he podido soportar. No, no se trata de algo que no pueda ocurrirme: todo es posible, e incluso más que todo. Pero supongamos que no me encuentro en el hospital y que nada anormal me ha ocurrido… ¿Qué locuras he podido dejar de hacer a estas alturas? / Ah… / Incluso si hubiese sido el más saludable… el más / sabio…, el más equilibrado. / Los otros me hubiesen obligado, sin embargo, / a acometer actos terribles…, asesinos y también / dementes, estúpidos, desenfrenados… / Pero se plantea otra cuestión: si alguien actúa durante años como un loco, ¿no es un loco de verdad? ¿De qué me sirve la salud si mis actos están enfermos?... / Pero quienes me han obligado a cometer esas locuras, / Jeannot, estaban igualmente sanos. / Y eran sabios / y equilibrados… Amigos, camaradas, hermanos tanta /salud /¿para tan enfermo comportamiento? Tanta sabiduría ¿para tanta deshumanización? / Y de que sirve que cada uno, en privado, sea completamente lúcido, sabio y equilibrado, si todos juntos no somos más que un loco gigantesco que con / furia / rueda, aúlla, ataca, se retuerce, se precipita / con los ojos vendados. / Nuestra locura está fuera de nosotros, en el exterior. / Donde acaba mi yo empieza / mi desvergüenza. Y a pesar de estar tranquilamente / en mi interior. / Sin embargo voy errante por el exterior / y en los espacios oscuros y salvajes, / me entrego al infinito…
CANCILLER. ¡Es una marcha fúnebre!
HENRI. ¡Sí, es una fúnebre marcha! /Han recobrado la palabra. He recobrado la palabra, / y ese dedo apunta hacia aquí, en el mismo centro, / como / un dedo de loco. / Me hablo a mí mismo y en la soledad me agito / como un loco…
BORRACHO. ¡Loco!
DIGNATARIOS TRAIDORES. ¡Loco! (Se lanzan sobre Henri.)
HENRI. ¡Deténganse! ¡Estoy aquí por orden del Rey!
BORRACHO. El Rey está loco.”


el matrimonio
witold gombrowicz



ceci n´est pas un pays (59 post-puestas para el próximo milenio)

1. En ocasiones, sueño que vivo rodeado de una jauría enjaulada. Se trata de una pesadilla etimológicamente imposible, porque jauría implica el concepto de libertad.
2. En ocasiones, sueño con una de esas lunas límites de Magritte: es una sonrisa o una hoz descolgada sobre el mapita de Cuba. No reconozco el cuadro, pero me despierto con la ilusión de definir qué es lo apócrifo en plástica o en literatura.
3. En ocasiones no sueño ni pinga. O tal vez sueño con la palabra pinga pendiendo como una espadamocles sobre mi cabeza cubana. Entonces despierto paladeando una cita no apócrifa de Bolaño: Soñé que estaba soñando, habíamos perdido la revolución antes de hacerla y decidía volver a casa.
4. Son sueños políticos, por supuesto: retazos de pesadillas al peor estilo de Boarding Home (el libro lúgubre de Guillermo Rosales), ese pudridero de una Historia Pusnacional donde se aburren los parias pataleando hasta el paroxismo sus paranoias con nuestro Premier.
5. ¿Qué es escribir hoy en Cuba?, digo mientras clavo en mi pupila mi pupila azul (el negro come melocotón, autista más que artista).
6. ¿Qué es escribir hoy en Cuba? Si tú me lo preguntas, espejismo mágico: ¿en dónde encontrar sentido? (el negro toca violín en la medianoche insular, invisible e indivisible: totalitárida).
7. Un amigo escritor soñó con un oráculo negro, a quien le preguntaba sobre la enfermedad del Premier: ¿Le duele mucho? Respuesta: No, Él no siente dolor. Entre el morbo y la curiosidad: ¿Pero va a morir? Respuesta: No, Él no se va a morir. Y, por último: ¿Cuándo entonces? Respuesta: En cualquier otro cumpleaños.
8. Cuando mi amigo nos contó este sueño que él nunca va a escribir, se me aguaron los ojos. Caí en la cuenta de que hacía rato deshabitábamos el futuro.
9. Narrar la nada. Con la magnificencia lunática de una hoz o una sonrisita de Magritte. Narrar pustulosa, ampulosa y póstumamente, desde la carcajaada de lo lúcido cuando es agónico.
10. Narrar autótrofamente al margen, desde el centro y en contra de la jauría enjaulada.
11. En un camping literario donde el placer ha sido abolido en función del deber, toda línea de fuga es una chispa suicida con vocación de vacío (voz/acción de vacío).
12. Clickeo tres veces el mouse y le pregunto por e-mail al i-ching: ¿No será el fin?
13. Allí donde la tradición funge como una máquina que finge ser dios, el fascismo aflora entre flatulento y feliz: ya no en La Casa del Ser, sino en El Callejón de las Ratas.
14. ¿Es La Casa del Ser mejor o peor título que El Callejón de las Ratas para la gran novela cubana?
15. ¿Qué es un título? ¿Qué es una gran novela? ¿Qué cubana de qué? ¿Cómo titulan mis amigos los escritores cubanos de Cuba? En bioquímica, titular era evaluar la fuerza de una solución: titular la acidez de un ácido, por ejemplo, valga la reiteración de pH mínimo.
16. ¿Cómo independizar un texto narrativo en medio de la cochambre fofa institucional? ¿Cómo radicalizar la escritura hasta hacerla antológica y, con suerte, ontológicamente intolerable: inútil e ininstrumentalizable para ninguna herramienta oficial (intoolerable)?
17. ¿Cómo hubiera sido la newrrativa cubana de los años cero en Cuba: ceros extravagantes boqueando por aire freesco en la atmósfera asfixiante de una Casa o Callejón que nunca existió?
18. Nunca existió. Sin excepciones.
19. Lo excepcional sería acaso la autoridad autorial de este cincuentinuevemorándum compartido entre tú y yo.
20. A un poeta psiquiatra le preocupaba, además de las cuestiones propias de las cabezas, cómo subtitular. Ahí radicaba, según sus prédicas estéticas en Rev-Menor, la etiología tiránica de nuestra analfabetosis a la hora de masticar la gramática de los símbolos.
21. Una vez él me propuso darme una suerte de cursillo antidélfico, pero se exilió dejando pendiente esa asignatura que bien hubiera podido (sub)titularse: No sé leer.
22. ¿Qué será leer? ¿Cuál testigo es el que sabe leer? ¿El poeta, el preso o el policía? (La respuesta en Cuba puede ser muy porosa.) ¿El que sobrevive primolevíticamente es el testigo? ¿O hay que consumirse hatuéyicamente en el peorformance del holocausto?
23. Cuando el negro come melocotón, el cubano común confunde cómplicemente escritura y acción. Se penaliza gastronómica y judicialmente al texto porque estamos hechizados (esclavizados) décimotontamente por el palenque retrógrado de la imago.
24. Así que al negro siempre lo mandan de cabeza o de culo al cepo, sólo por paladear el deleite predelictivo de la palabra melocotón.
25. Yo (es un ejemplo) he sido acusado impersonalmente de penetrar en público el sema sagrado de la palabra melocotón, de perpetrar lo que tú (es otro ejemplo) no tienes cómo cojones vocabulizar o acaso vocubalizar.
26. Y cuando al delirio del negro le da por tocar violín en la medianoche, lo más práctico es silenciarlo con un cubazo de heces fecales. A esta práctica disciplinaria se le denomina folklore.
27. Nadie debería confiarse al respecto. Todo cubano de Cuba debe saber escribir y escribir mal, pues igual tarde o temprano le tocará gramasticar su propio melocotón o tocar un violento violín.
28. Lo repito por si no ha quedado claro: Nadie debería confiarse al respecto. Todo cubano de Cuba debe saber escribir y escribir mal, pues igual tarde o temprano le tocará gramasticar su propio melocotón o tocar un violento violín.
29. De lo que se trata, por sobre todas las causas, es de la obligación. ¿Qué nos obliga a escribir o dejar de escribir, en ciertas circunstancias inciertas, tal o más cual cosa de corte cubanesco?
30. Diáspora(s) dixit: Debe sentirse alguna presión sobre la nuca.
31. Al parecer ello(s) lo aprendieron de Pasolini: en poesía esta libertad tiene las mismas características que la lucha política (se impone inspirando terror, redescubriendo el Deber).
32. O tal vez ello(s) se inspiraron en la punzante politicidad de Calvino, ese pionerito transcubano que anunció un siglo XXI que aún ningún colega en Cuba hoy se anima a narrar.
33. Otra vez sin excepciones. Lo siento.
34. Cito y autofagocito de memoria: acaso el terror literario –sobre todo en los medios de representación– sí le hace daño a la nación, a la nación entendida como el lugar de las letras (ese Canon Nacional de las Letras, siempre inflacionario –hasta el ridículo– en cualesquiera de sus aspectos).
35. Supongo que por esto, ante cada escrituradical Made In Cuba, se reacciona instintiva e institucionalmente con el terror culturaliciaco: el género noir parece ser siempre una moda entre los misterios de nuestros ministerios.
36. (Sub)titulares de la prensa plana cubana: Combustible para avanzar hacia el futuro. El récord de lo absurdo está vencido. Cuba, firme y de completo uniforme. Isla perfecta para el arte. Un país enteramente pedagógico. Una ciudad para ciegos. En Cuba la mayor manada de leones en cautiverio del mundo. ¿Y los cubanos dónde están? Teatro para todos los tiempos.
37. Pregón: ¡Vaya, vaya, cómo denigraron al negro que no encontraba sentido! (Cuando la banderola se alza / en sentido contrario a las agujas / de un reloj, torcemos el rostro.)
38. Soñé que yo era Bolaño ya muy enfermo de acidez hepática y que para colmo de males todavía soñaba. En efecto, habíamos perdido la revolución antes de hacerla y yo decidía volver a casa.
39. You cannot return to your home. Si lo lees a priori como poesía, pasa. Si no te avisa un editor desde la carátula, entonces suena a seguidilla sosa de repentista pop (el octosílabo es la causa etiológica de nuestra patética tradición parapoética).
40. Algunas gargantas oficiales se atragantan con un argot de combate. Al contar ellos con toda la razón, nos dejan de pronto racionalmente insanos. La utopía tupida engendra sus monstruos goyescos y a esta gaya scientia se le llama identidad (indexidad: facultad de caer nosotros en su Index de inquina inquisitorial).
41. A otras gargantas se les practica, de manera obligatoriamente gratuita, una traqueotomía profiláctica antes de que puedan atragantarse con nada.
42. Escuchen, ah comepingas compatriotas, el eco hueco de mi tráquea trucidada por el poder. Midan, eh enviados y envidiosos, el diámetro del perro poro por donde regurgito por ti y por nadie los fonemas mefistofélicos que me acunan de culo contra la policía política. Miren, oh perversos peritos y tétricos teóricos de la estética, cómo me trago toda vuestra impotencia sólo para dinamizarla y dinamitarla por nadie y por ti.
43. Ser un negrón lezamiano puede tener sus ventajas somáticas.
44. El sema cubano de Cuba se escurre y no deja más que una ínfima psicatriz. Y el semen cubano, ¿alguien ha oído hablar del semen cubano en los tiempos del coolera?
45. ¿Es posible punzar la glotis grotesca de una excritura Made In McCuba? ¿Es pasable pensar el cómico caso de una hezcritura caricatubanesca? ¿Cómo disectar momias solemnes y cuándo disertar sobre nuestra cumausoleobanía?
46. Sospecho que en verdad debía sentirse alguna presión sobre la nuca.
47. El c(ub)anibalismo como recurso infantil para entretenernos en la aburrida panza del pabellón posproletario: Boring Home no tan doméstico como domesticado.
48. La coprofagia como resistencia, divertimento o subversión súbita: decúbitos en el corralito cubensis, todavía nos queda el acto indexcente de deyectar.
49. Se trata, también, de advertir una adyacencia liberadora contra todos los agenciamientos anquilosados no tanto del poder (ese puñetazo pedestre) como del saber (esa sentencia sutil).
50. Fingir más que fungir una liberatura como colchón de espinas donde el pene de Pasolini le pueda partir el culo a Calvino sin escandalizar: colofun antifundamentalista en medio de tantos hitos hilarantes y genealogías giles y maromas teloméricas demasiado teleológicas para soportar la verdad de un solo sopapo.
51. Quod scripsi is crisis, se lava crípticamente las manos el Procurador.
52. Bolaño insiste insípidamente en que la nueva literatura latinoamericana viene del miedo, de un horrible-y-en-cierta-forma-bastante-comprensible-miedo camuflado bajo el deseo de respetabilidad. Así, los nuevos literatos latinoamericanos posan de pendejos para obtener el reconocimiento de lo-que-se-suele-llamar-instancias-políticas, camufladas bajo uno u otro signo ideológico, que en la Era del Mercado es ya el único atajo remanente para acceder al gran público de manera legal.
53. Toda vez muerto Bolaño, ¿no hay nuevas maneras literamericanas para acceder desde Cuba al menos a un pequeño público de manera ilegal?
54. Ceci n´est pas un pays, el cuadro apócrifo pero franco del cadáver exquisito de Magritte.
55. Ceci n´est pas paredón ni mucho menos una petición de perdón.
56. Ceci n´est pas la palabra pinga como prueba penal o mapita de un país peneal, paladeada por un negro pájaro en un poema de porte pre-republicano plagiado en plena post-revolución.
57. Ceci n´est pas el placer precoz de un pinocho payaso, sino la mueca muerta de nosotros-los-protagonistas, prosistas procaces que tarde o temprano doblarán sus cabezas / moribundos de tedio y horror.
58. Ceci n´est pas Pardo, por supuesto.
59. Eppur si muove! (captions: ¡Pero se viene!)


aniSley neGrín (santa clara, 1981)

presente perfecto
He leído sentada en un asiento de hospital un poema de Bukowski, en su idioma original, y no he entendido más de tres palabras. Trataba de un tipo al que le desprenden un diente de un piñazo. Creo.
He entendido sólo tipo, diente, piñazo.
He ido al lavabo tras el punto final, a escupir la sangre de un diente que se me desprendió de la encía sin haber masticado nada, mordido nada, recibido un piñazo. Simplemente colapsó.
He vagado erráticamente por los pasillos del hospital con el teléfono apagado, el cerebro apagado, el cuerpo apagado, salvo el sexo; el sexo ha estado más encendido que nunca.
He admirado a ese viejo hediondo a tabaco y alcohol que se sentó a mi lado sólo por ver el escote abrírseme al ritmo de mi respiración. Me gustaría ser como él. Me gustaría tener el valor de sentarme al lado de una muchacha tierna y dulce como yo, solo por ver su escote, sin temor de ganarme una bofetada o un escándalo.
He reído para mí.
He recordado por qué lloré la otra noche: por una película. Y me he preguntado varias veces por qué lloré la otra noche. Trataba de un tipo al que le desprenden un diente de un piñazo.
He lamentado mi diente.
He prometido a nadie que nunca prometería nada para evitar que se me siguieran cayendo. Aún soy joven. No prometeré ninguna porquería.
He sentido hambre, y más que hambre, unas ganas incontenibles de comerme un bizcocho.
Hay muchachas que huelen a bizcocho. He sentido su olor sentada tras ellas en las guaguas, parada tras ellas en las colas, silbando, aspirando, derritiéndome por ellas en las noches.
He leído que el bizcocho es malo para los dientes: los pica, los destroza, se los come.
He dejado de leer tales porquerías de libros. Ahora leo ficción. Libros que hablan de vampíricas amantes cada vez más alejadas del mundo real, cada vez más reales ellas mientras más irreal el mundo. Este, el tuyo, el que vendrá. Todos los mundos son iguales: mudos.
He hojeado un libro de un escritor famoso, con cuatro premios de la crítica, donde una muchacha con olor a bizcocho miraba directo a la cámara.
¿He dicho, acaso, que tras la cámara estoy yo?
He enfocado y desenfocado su rostro, la he atrapado con mi cámara, pero no he podido atrapar su olor.
He inferido que eso haya sido bueno para mi salud dental. He masticado despacio un bizcocho imaginario. No he perdido más dientes. Luego…
He soñado con la muchacha de ese libro, la he comparado con las que he perseguido toda la vida, con las que han perdido ya su olor porque se los he robado (soy una pequeña depredadora). No se parecen en nada, salvo en el olor.
He deducido que lo que me gusta es el olor de las muchachas y no las muchachas en sí.
Me he reído.
Me he sentido patética.
He llorado.
He compadecido a lo que queda de mí después de una profunda aspiración.
He revivido a mi madre poniendo los bizcochos en el horno para nuestro desayuno.
He recordado que ya no tengo horno, ni madre, ni bizcochos.
He comprobado que todo lo que tengo es ese olor, un libro, una muchacha tierna y dulce y humeante sentada en una esquina de la mugrienta sala de espera de este hospital. Una muchacha de ficción que mira directo a la cámara, que me mira. Hasta mí llega su aroma.
He recordado mi diente, mi hambre, el hombre hediondo a tabaco y alcohol, su valentía.
He ido hacia ella.
gelsys GarcíA lorenzo
(camagüey, 1988)

instantáneas

II
Anoche soñé que me ahogaba dentro de un nailon blanco.
Y nadie quería retratarme así.
Pero después, no era un nailon, era una sábana blanca.
Y eso, sí es permisible.

V
Dejo caer una de mis manos en la calle. Nadie se percata, pero yo no sufro por la pérdida. La mano siempre me dolió. Cuando nací supe que me sobraba, que solo bastaba una. Que una mano puede hacer lo mismo que dos. Una mano basta para morirse y hacerse la señal de la cruz en la frente y para firmar el papel que certifica que estoy muerta. Una mano basta para tocarme cuando estoy sola y la piel se arruga bajo el agua.

violáceo
En medio de la plaza colocaron un maniquí, una bailarina de plástico. Como no podía permanecer de pie, le sujetaron una soga al cuello y la colgaron de un farol.
La bailarina es pequeña, apenas aparenta tener cinco años. Es blanca, muy blanca. Verla produce una sensación de invierno interminable. Tiene ojos grandes, y parece mirar como si pudiera ver con ellos. Luce hermosa con su traje de niña recién llegada a la lección de ballet.
Toda la gente, al pasar, se detiene y admira sus manos o el pelo largo que le roza el talle. Solo en ocasiones, cuando la brisa la mueve, se puede ver la ligera sombra violácea que ha dejado la soga en su cuello. Una delgada línea violácea.



uñas
La enfermera observaba atenta cada una de las camas y se detuvo en aquellas dos del medio de la sala. Esa noche sintió un olor, una caída leve… “Va a morir alguien”, pensó, mientras observaba sus manos y volvía a sentir ese deseo persistente de comerse las uñas, pero no lo hizo. Volvió a repasar la sala de lado a lado, se sintió estúpida velando por toda esa gente y de nuevo miró sus uñas, las volvió a mirar, saboreó las yemas de sus dedos y se durmió.
Al despertar, se acercó a las dos camas del medio del pasillo; no pudo levantar las sábanas: un olor putrefacto se desprendía de los cuerpos, de todos los cuerpos, de su cuerpo. Miró sus uñas, las volvió a mirar, saboreó las yemas de sus dedos y se durmió.


gelsys GarcíA lorenzo
(camagüey, 1988)

instantáneas

II
Anoche soñé que me ahogaba dentro de un nailon blanco.
Y nadie quería retratarme así.
Pero después, no era un nailon, era una sábana blanca.
Y eso, sí es permisible.

V
Dejo caer una de mis manos en la calle. Nadie se percata, pero yo no sufro por la pérdida. La mano siempre me dolió. Cuando nací supe que me sobraba, que solo bastaba una. Que una mano puede hacer lo mismo que dos. Una mano basta para morirse y hacerse la señal de la cruz en la frente y para firmar el papel que certifica que estoy muerta. Una mano basta para tocarme cuando estoy sola y la piel se arruga bajo el agua.

violáceo
En medio de la plaza colocaron un maniquí, una bailarina de plástico. Como no podía permanecer de pie, le sujetaron una soga al cuello y la colgaron de un farol.
La bailarina es pequeña, apenas aparenta tener cinco años. Es blanca, muy blanca. Verla produce una sensación de invierno interminable. Tiene ojos grandes, y parece mirar como si pudiera ver con ellos. Luce hermosa con su traje de niña recién llegada a la lección de ballet.
Toda la gente, al pasar, se detiene y admira sus manos o el pelo largo que le roza el talle. Solo en ocasiones, cuando la brisa la mueve, se puede ver la ligera sombra violácea que ha dejado la soga en su cuello. Una delgada línea violácea.



uñas
La enfermera observaba atenta cada una de las camas y se detuvo en aquellas dos del medio de la sala. Esa noche sintió un olor, una caída leve… “Va a morir alguien”, pensó, mientras observaba sus manos y volvía a sentir ese deseo persistente de comerse las uñas, pero no lo hizo. Volvió a repasar la sala de lado a lado, se sintió estúpida velando por toda esa gente y de nuevo miró sus uñas, las volvió a mirar, saboreó las yemas de sus dedos y se durmió.
Al despertar, se acercó a las dos camas del medio del pasillo; no pudo levantar las sábanas: un olor putrefacto se desprendía de los cuerpos, de todos los cuerpos, de su cuerpo. Miró sus uñas, las volvió a mirar, saboreó las yemas de sus dedos y se durmió.


lia viLLares
(habana, 1983)



pronóstico horario o Nosotras las durmientes (fragmento)

How does it feel to be without a home like a complete unknown
Bob D



hora moi
Frente a mí los ojos-bolas-gotas del perro de una amiga. Negros espejos insondables.
Muy parecidos a los tuyos, ojos-alej. Marco tu número en el teléfono, inalámbrico, de mi amiga. Espero. Me sale una voz esperada. Cuelgo. En mi pancita la jarra de avena con vainilla suelta un humo oloroso. Mi pelo suelto se desparrama por la almohada, vertical.
Suelta un olor a frutas, ajeno. Salgo.
Voy en un carro por Belascoaín. Miro sin ganas los derrumbes, el churre de los balcones sin sábanas, ni banderas. El parque de los locos. Monte. El Conservatorio donde pasé tres años, ni buenos ni malos, cuatro más bien, el lugar donde conocí la tristísima alegría de tenerte y no. Miro vaciada, viciada, el espejito roto que sostiene la mano grande de un mulato, que se afeita en un portal. Llego al mar. Es el límite. Siempre estamos bordeándolo o esquivándolo, siempre terminamos cerca. El tipo que maneja me obliga a oír un disco de Jennifer López. Es el precio. Todo el mundo se somete al otro. Todo el mundo maltrata y desatiende. Todo el mundo desespera, Peluso.
De esperar.
Imagino a Jennifer saliendo de un salto de agua, de perfil, escurriéndose el pelo con las dos manos. Estamos acostumbrándonos al horror diario. Por todas partes. Un chofer hijo de puta, una camarera despiadada, una muy mala película en un muy mal cine. Es el precio. Nos detenemos en 1458 de la calle Infanta. A dos cuadras ahora de la famosa Esquina de Tejas. Desde aquí se pueden ver las luces del estadio. Juega el equipo predilecto de los habitantes de esta ciudad. El camión de la basura se detiene ante la cafetería, cuchitril de tres pesos. Venden capitolios, unos panqués con un merengue en forma de cúpula encima, y habaneros, café con una bola de helado dentro. Todo un culto a este basurero. No nos queda sino desajustarnos, desubicarnos. Todavía más.

hora jaad
Algo. Expropiándome el mundo y haciéndote un guiño desde el otro lado del océano inevitable: otro cuartucho en Malecón: un pedazo de ventana y un –único- mar, o viceversa. Nada. Las más de las veces las olas no admitían que durmiera. Y cuando lo hacían era para soñarlas tragándose toda la vaga ciudad hasta su hálito cansado. Del otro lado de la Calle el pregoneo de pan, aguacate o girasoles me sacudía y levantaba de un tirón. Tenía que desempolvarme el alma y tirarla con el sueño por la ventana a la calle levantada ya desde hacía horas impensables, idas-sin-vueltas: el tiempo dilapidado y el ruido de los motores hasta el esófago. Todo demasiado inapropiado. Todo demasiado, ¿todo?

hora rizoma
Ser es ser percibido.
Como en La película de Beckett trato tonta de extinguir, suprimir la doble percepción.
(Expulsar a los animales, tapar el espejo, cubrir los muebles, arrancar la estampa, rasgar las fotos.) Lo espantoso es que la percepción sea de uno a través de uno, insuprimible en ese sentido.
El balance, sillón luyanero, que me coloca en suspenso en medio de la nada, como en La película de Beckett. Dijo alguien, seguramente Nietzsche, que preferimos todavía tener la voluntad de la nada antes que no desear nada en absoluto.
(Expulsar a los animales, tapar el espejo, cubrir los muebles, arrancar la estampa, rasgar las fotos.)
Esse est percipi.


hora mezclada
Me dejé acariciar por el resplandor opaco de mi lámpara de noche. Lámpara manufacturada por blanka, pintada en acuarelas oscuras que a mar le parecían mal combinadas, en resultado un color sucio. A mí me encantaba. Sobre todo cuando lograban mezclarse tanto los tonos que no se diferenciaban unos de otros. El olor que dejaba el papel fino cuando se calentaba un poco era delicioso. Quería escribir un poco, así que hice chocolate para nosotras, bien fuerte como lo prefería blanka, que por su parte había escrito una historia de tres amigas que terminan desangrándose con un cuchillo después de fumar en una bañadera y tomar chocolate. Tales las historias suyas tan surrealistas y morbosas, fantásticamente tristes. Después de salpicársela más de rojo con unos cuantos comentarios por boberías del lenguaje y frases hechas o palabras repetidas puse The Cure y me senté a escribir acerca de mi madre, cuando contemplaba como una boba la explosión, roja también, del flamboyán frente al balcón en junio. Pero no me gustó nada como quedaron estructuradas las frases, ni las palabras que había escogido. Recordé a mar escribiendo sus poemas bolañianos y sus cuentos más bolañeros todavía. Le salían como agua. Escuchaba The Cure o al grupo de Michel Gondry, o a Tom Waits. A veces se iba con la laptop al baño y hacía 5 poemas de golpe mofándose un poco del prolífico RF.


daniel díAz manTilla
(habana, 1970)


la jaula
Compré una jaula, una jaula común de alambre y palo, y la colgué en el portal sin nada dentro. Nada: ni alpiste, ni agua, ni ave presa. Sólo la jaula muda, una jaula que lentamente oxidarían el sol, las lluvias, la desidia de ignorar por temporadas su existencia. Compré la jaula y la colgué, y cuando a veces me asomaba a ver entre sus barrotes el vacío, era como si viera el tiempo allí, toda la vida inmóvil, sin color, sin forma.


disciplinas al perro
Disciplinas al perro tres veces por semana: voces de mando dichas en un tono más bien seco, castigos y premios que administras según reglas precisas. Todo el cariño se resume en una comida al día –dog food– y una palmadita en la cabeza, sin excesos. A cambio el perro se echa, se sienta, corre a traer el palo que le lanzas ante la mirada aprobatoria de tus jueces, esos anónimos jueces que te disciplinan tres veces por segundo.


cuestión de formas
Hay maneras muy amables de excluir,
hay justificaciones y argumentos, un millón de argumentos
para cuestionar el exabrupto, la respuesta ríspida del excluido.
Hay modos elegantes de pedir su integración, su sacrificio,
su buen ánimo para aceptar los golpes.
En determinadas circunstancias, cuando conviene,
hay maneras muy tiernas de patear y parecer la víctima.
La culpa y la verdad suelen ser a veces un asunto retórico,
una cuestión de formas.


Palabras como hallazgo arqueológico dentro de una novela de Rodrigo Fresán: “El cut-up como nuevo lenguaje donde todo aparece fragmentado, donde las historias empiezan por donde terminan y no respetan el orden cronológico de los acontecimientos, lo importante es poner todo por escrito, rápido, antes de que desaparezca o se olvide. Someter cada instante al mayor número posible de variaciones, cada una de ellas presentada de un modo que sea interesante y, al mismo tiempo, justificable. Alterar el modo en que se lee, en que se ve una película, en que se piensa. Primero alterar el nervio óptico y, a partir de la pupila, alcanzar el cerebro y reprogramar todo el sistema nervioso. Así, dejar palabras afuera, fechas, sentimientos.”
Palabras proferidas por el espectral fantasma de William Burroughs desde las entrañas de un televisor que transmite día y noche desde un lugar en el cual no existe el día, no existe la noche, Ciudad de los Muertos, también conocida como Ciudad de la Habana, o tal vez me equivoque, ya que Fresán no ha estado en la Habana, según tengo entendido, y Burroughs tampoco.
Palabras entendidas como el reverso de una moneda de tres caras, en el caso de que existieran monedas de tres caras, triángulo de tres vértices, (…) y uno de los vértices sería la literatura nacional, nacionalizada, hallazgo arqueológico en sí mismo; el otro vértice, la literatura como el afuera, ser un marroquí de la propia lengua, …especie de checo que la oreja del Estado no entiende (Deleuze & Guattari), y el otro vértice, la otra cara de la moneda, la escritura (...)
En caso de que una moneda pueda tener tres caras.
En caso de que se pueda hablar de una escritura (...)
Más bien [y eso es lo atrayente de esta pequeña (…) habanera que no reside en la Habana], debería hablarse de una no-escritura, de un dejar-sin-decir, dónde sólo llega a atisbarse el esqueleto de lo que podría ser una historia, que elige no contarse, como si las historias pudieran tener voluntad propia, o generar libre albedrío. (…) renuncia a falsas autorías, el poder de la pluma sobre el papel deja de ser poder (esta cosa de los poderes es bastante problemática) y se convierte en otra cosa que se resiste a tener nombre.
(…)
Textos cortos, situaciones mínimas, minimalistas, cierta pequeña dosis de lirismo. Textos que casi podrían ser cuentos, que casi podrían ser poesía. Tierra de nadie, fronteras nunca bien exploradas que tanto hacen por rupturas en una literatura nacional muchas veces centrada en sí misma. El placer de narrar trastocado en su caso en el horror a narrar, a llenar páginas y páginas de palabras vacuas y sin sentido. Si una fotografía vale más que mil palabras, entonces los textos (…) son fotografías defectuosas, imágenes inconclusas, sepia desvaído a través de un tiempo neblinoso. Menos de mil palabras para definir acciones pequeñas, cultivar el absurdo como una forma de alcanzar la comunión con una realidad que cada vez más se desliza por el sendero de ese mismo absurdo que a veces se trata de evitar.
Escribir como si no se deseara escribir. Narrar como si no se quisiera narrar. Como a quien le ponen una placa de ionómero en la dentadura. Poner placa de ionómero significa que la lengua se halla incómoda en su cavidad natural. Se crean pequeñas heridas en el interior de la boca que dificultan sobremanera el acto de hablar. No se puede ni tan siquiera comer. La lengua, totalmente desterritorializada, no puede acudir al acto primigenio para el cual fue creada. Pasa a ser máquina, un artefacto en sí misma. Artilugio extranjero, extranjerizante, alienígena …mientras lee una novela como si estuviera escrita en una lengua de otro planeta, B se queda dormido (Roberto Bolaño, Vagabundo en Francia y Bélgica).
Escribir para romper los silencios, pero escribir de tal manera que no se rompan esos silencios. Grafiar como un moje zen dibujaría el horizonte de un solo trazo en la penumbra de un templo. Ideogramas múltiples (Alguien escribió una palabra sobre mi cuerpo. (…) Ahora todos me exigen silencio. En las calles han colgado letreros con la palabra NO en grandes caracteres). Tokonoma en medio de la pared, con vistas a otro mundo. Rizoma subterráneo.
Escribir como quien pone una placa de ionómero sobre la escritura.
Despojar a esta literatura de su propio significado.
De su gravedad.
Sus mayúsculas.