Imagina un misil al que uno escucha acercarse solo después de que explota. ¡El reverso! Un pedazo de tiempo limpiamente borrado… Unos cuantos metros de película siendo corridos al revés… el estallido del cohete, caído más rápido que el sonido –entonces creciendo de eso el rugido de su propia caída, enlazándose con la ya presente muerte y quemaduras… un fantasma en el cielo…Pavlov estaba fascinado con las “ideas de lo opuesto.” Llámalo un grupo de células, en alguna parte de la corteza cerebral. Ayudando a distinguir placer del dolor, luz de oscuridad, dominación de sumisión… Pero cuando, de alguna manera –mátalas de hambre, traumatízalas, ponlas en shock, cástralas, envíalas a una de las de las fases transmarginales, más allá de sus fronteras de vigilia, más allá de fases “equivalentes” y “paradójicas”– debilitas esta idea de lo opuesto, y tienes aquí de una vez al paciente paranoico que sería el amo, pero se siente como un esclavo… que sería amado, pero sufriría la indiferencia del mundo, y “creo”, Pavlov escribiéndole a Janet, “que es precisamente la fase ultraparadójica la que es la base del debilitamiento de la idea de lo opuesto en nuestros pacientes.” Nuestros locos, nuestros paranoicos, maníacos, esquizoides, moralmente imbéciles–Spectro sacude su cabeza. “Estás poniendo la respuesta antes que el estímulo”.
arcoiris de gravedad
Thomas Pynchon
“De un tiempo a esta parte la literatura empieza a pensarse como problema. El escritor parece entender por fin que no hay redención ni locus sagrado, y la imago ya no es el solecito que alumbra la historia. La multiplicidad de la escritura es un hecho moderno que obliga al escritor a elegir, que hace de la forma una conducta y provoca una ética de la escritura. Acaso fuera oportuno hablar del concepto, pero no tiene sentido. Hay solo uso, cajita china, desvío…”
la zorra y el erizo
Carlos Alberto Aguilera y Pedro Marqués de Armas
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