lunes, mayo 04, 2009

gelsys GarcíA lorenzo
(camagüey, 1988)

instantáneas

II
Anoche soñé que me ahogaba dentro de un nailon blanco.
Y nadie quería retratarme así.
Pero después, no era un nailon, era una sábana blanca.
Y eso, sí es permisible.

V
Dejo caer una de mis manos en la calle. Nadie se percata, pero yo no sufro por la pérdida. La mano siempre me dolió. Cuando nací supe que me sobraba, que solo bastaba una. Que una mano puede hacer lo mismo que dos. Una mano basta para morirse y hacerse la señal de la cruz en la frente y para firmar el papel que certifica que estoy muerta. Una mano basta para tocarme cuando estoy sola y la piel se arruga bajo el agua.

violáceo
En medio de la plaza colocaron un maniquí, una bailarina de plástico. Como no podía permanecer de pie, le sujetaron una soga al cuello y la colgaron de un farol.
La bailarina es pequeña, apenas aparenta tener cinco años. Es blanca, muy blanca. Verla produce una sensación de invierno interminable. Tiene ojos grandes, y parece mirar como si pudiera ver con ellos. Luce hermosa con su traje de niña recién llegada a la lección de ballet.
Toda la gente, al pasar, se detiene y admira sus manos o el pelo largo que le roza el talle. Solo en ocasiones, cuando la brisa la mueve, se puede ver la ligera sombra violácea que ha dejado la soga en su cuello. Una delgada línea violácea.



uñas
La enfermera observaba atenta cada una de las camas y se detuvo en aquellas dos del medio de la sala. Esa noche sintió un olor, una caída leve… “Va a morir alguien”, pensó, mientras observaba sus manos y volvía a sentir ese deseo persistente de comerse las uñas, pero no lo hizo. Volvió a repasar la sala de lado a lado, se sintió estúpida velando por toda esa gente y de nuevo miró sus uñas, las volvió a mirar, saboreó las yemas de sus dedos y se durmió.
Al despertar, se acercó a las dos camas del medio del pasillo; no pudo levantar las sábanas: un olor putrefacto se desprendía de los cuerpos, de todos los cuerpos, de su cuerpo. Miró sus uñas, las volvió a mirar, saboreó las yemas de sus dedos y se durmió.

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