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La suerte de una literatura depende de la forma en que es leída.
juan villoro
El Quijote, una lectura fronteriza[1]
Arremeter no contra la institución de la literatura con mayúsculas, sino contra la literatura como institución. Ambas cosas, aunque terminan por coincidir en algún punto, se diferencian en la calidad del impulso. Mientras la primera funda esa suerte de contraliteratura, a la larga tan inútil como un mal juego de espejos, la segunda pretende un movimiento más sutil, minoritario, que afecta solamente al gesto del escritor a quien llamaríamos, en tal contexto, el escribiente. En estos días la frase "si quieres cambiar el mundo empieza por cambiarte a ti mismo" se repite en internet en espacios tan sui géneris como la bitácora o blogosfera. El blog, así como la misma internet, apuntan hacia una política de lo personal, y aquel que se atreva a acotar aseveraciones tales como "la poca efectividad política de la desintegración" y frases parecidas, debe tener en cuenta una visión más actual de la historia, la visión que comienza y termina contemplando la factibilidad del actor social, porque lee el cuerpo social desde la complejidad y la fractalidad más que desde la pirámide. Y ningún gesto es subestimable.
Partir desde lo personal pues no se pretende atentar más que contra sí mismo. Urdir un trazado de lecturas que hablen de aquello a lo cual se tiende como ente escribiente y viviente, porque se no aspira más que a transformarse a sí mismo en el trayecto. Al respecto, cabe una cita de Carlos Aguilera: dio al traste con un imaginario que entendía lo literario como una pedagogía-de-lo-civil (aunque quizá esto fue lo mejor que le sucediera), sino, con una mentalidad donde el saber iba a ser algo más que el propio hecho de escribir libros, repensarlos..., y la vida, más que el caos o el desastre acostumbrado, una suerte de novelón burgués, folletín.
Aguilera, citando a Bataille, diciendo que algunos regímenes políticos buscan eliminar la enfermedad que es en sí mismo el ser humano, esa fecalidad que lo hace escribir, hablar, moverse... Hacer énfasis en la enfermedad y, desechando cualquier forma de "cura", trabajar sobre los movimientos imperceptibles. Aprovechando la tensión que da el mostrar del arte y cierta literatura más que la enunciación de certezas o el intento de lograr respuestas.
Simulacro. El decir no solo en lo que se dice, sino también en lo que se calla (la literatura una suerte de partitura del pensamiento donde el arte no es la de escupir palabras al papel, sino el de encontrar la combinación más certera de silencios): leer también entre líneas e incluso entre letras, como Andrés Ajens.
[1] Referencias a artículos de villoro, ajens, y aguilera son de okupas, 7mo LP de 33 y 1/3.
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