miércoles, septiembre 20, 2006

Mala Onda, Alberto Fuguet & El Suelo Bajo Sus Pies, Salman Rushdie


El sueño se estira más o menos así: sueño que estoy durmiendo, soñando un sueño donde hay un tipo que tiene sueño, que se aferra a la almohada, que no quiere despertar porque justamente y está seguro de estar soñando un sueño que supera con creces todo lo que le ha tocado vivir hasta la fecha. Su manager ha entrado a la pieza del hotel. Lo sabe por el olor del habano que impregna las sábanas. El manager le dice que se despierte, que se levante, que tiene una conferencia de prensa.
El tipo es un rockero y tiene el pelo largo, pero se parece sospechosamente a mí. Sueña en inglés, sueña que tiene sueño, sueña que está en otra parte, sueña que realmente no está solo, que esto es solo una etapa, que hasta se puede salvar. Pero el manager le habla sin parar, tanto que no le queda sino abrir los ojos. El sol del desierto entra por la ventana y lo golpea, como si de pronto una piedra rompiera el vitral de una iglesia que reposa en penumbras a plena luz del día. Después el rockero que se parece a mí consigue levantarse de la cama de tres plazas y se mira en el espejo, pero no le gusta lo que ve. Bajo una lámpara, se fija, al lado de una billetera rosa fosforescente, en una cómoda de madera que parece de mármol, hay una botella de Stolishnaya, un vaso de plástico desechable semivacío y un espejo con varias líneas de cocaína en desorden, que lo atraviesan como las cuerdas de una guitarra eléctrica que hubiera quemado sus fusibles. La ventana es inmensa, ocupa toda la pared. Desde ahí arriba la ciudad se ve horrible, sin luces, calcinándose bajo el sol. El rockero sopesa la posibilidad de suicidarse, de lanzarse al vacío y caer frente al moai que da la bienvenida al Hotel Tropicana, el de la postal, el mismo en el que una vez se alojaron sus padres, se acuerda.
Hasta ahí llega el sueño. Después todo se detiene. Todo. No avanza. Sigue y sigue y sigue. La imagen del rockero, la imagen de mí mismo en la ventana, mirando la ciudad de Las Vegas que se extiende inútil, eterna bajo el sol, pensando en la posibilidad de lanzarse al vacío, de caer frente al moai falso, de concreto, y estallar. Nada más. Esa es la imagen. Una imagen que se estira. Que no avanza.
Mala onda
Alberto Fuguet


Y cuando no puedo soportar más el infierno me cambio de ropa, me pongo algo de lo mejor que puede ofrecer en ropa informal la Séptima Avenida, me dirijo al estudio y caigo en un paraíso de sexos. La fotografía de modas, en la que puedes hacer que mujeres bellas con vestidos caros se comporten como si estuvieran en zona de guerra. Miran fijamente, saltan, giran, lanzan gritos ahogados, se agachan, se arquean, experimentan una sacudida. He visto al fuego de las ametralladoras hacer eso con un cuerpo.
No es eso lo único que hago con ellas. Depende de la chica. Algunas son tranquilas y yo me adapto, creo mares de tranquilidad a su alrededor, océanos de luz y de sombra. Las ahogo en paz hasta que se asustan y entonces reviven. Otras conocen algo de mi trabajo brutal y quieren mostrarme lo reales que son, cuánto saben de la dureza, de la calle. El contraste entre dureza y alta costura funciona normalmente, hasta que se convierte en un cliché. Entonces, durante algún tiempo, me dedico a la belleza, amontonando belleza sobre belleza, haciéndola abrumadora, indecente, como un rapto.
De forma que también esto termina siendo un ataque.
El suelo bajo sus pies
Salman Rushdie

1 comentario:

Anónimo dijo...

TIENE UNA BUENA PRESENTACION, ESUNA PENA QUE NO TENGA AUN, UN COMENTARIO."DEBERIAN TENER UNA CLASE DE PUBLICIDAD QUE COMENTARA LO BUENO QUE ES ETE BLOGGER.